Gracias por el comentario, y bienvenida. Yo toco en esta el ukelele y la quena. Separadamente, claro (esta vez, primero el ukelele, luego, conforme iba reproduciendo y escuchando con los audifonos --no tengo acentos en esta computadora del aula de clase--, grababa la quena). Y luego edito con un programa cuyo nombre no recuerdo ahora, que te puedo dar luego, cuando llegue a casa. De este modo sumo razones para entretenerme.
La música y la grabación casera son también mis entretenimientos. Puedo pasar horas en el GarageBand, el programa que uso. Casualmente estoy haciendo un pequeño estudio (buen micrófono, interfaz de audio, etc). No tardaré en poner algo en mi blog para compartir el nuevo sonido. Muy interesantes ambas melodías, como lo mencioné anteriormente. Ya me gustaría tocar el ukelele. Me limito a machucar una guitarra, un (teclado) y a soplar una cajita de chiclets Adams.
Como buen desentendido, al tocar siento apego por la improvisación. Digamos que esa fue mi escuela: cuando era más joven, mataba tigritos con los panas. Teníamos en Maracaibo un grupo que se llamaba Sigmund Floyd, con el que tocamos algunas veces en antros de mala muerte. La mayoría de las veces, en casa de alguien que estuviera dispuesto a calarse el ruido, opción muy preferible. Por el momento, mi estudio es la mesa del comedor, con la grabadora de bolsillo (voice recorder, que llaman), que graba en estéreo. Y Audio Editor, que descargué primero en versión gratuita, pero luego compré por treinta pesos de los de acá, que me permite guardar en formatos variados, algunos de los cuales, como el mp3, mucho más livianos. Yo me puse en un ukelele hace un año, a falta de cuatro (encargué uno hace un año, en Venezuela, y todavía estoy esperándolo). Es, digamos, un cuatro en miniatura, y muy placentero de tocar. Salvo la clave, que puede variar a gusto, y un detalle de afinación (las cuerdas de los extremos, que están una octava más arriba), lo demás es idéntico. Tengo tantos años que no veo una cajita de Adams que imagino que ya se me olvidó tocarla. Ahora, en Seattle, tocar se ha vuelto una manera de tener conversaciones conmigo mismo, como diría mi querido Bill Evans.
Gracias de nuevo por tu visita. Ya estaré pendiente de tu blog para escuchar lo que pongas.
Qué cosa más buena, me gusta la sutil pirotecnia. Una pregunta, ¿quién toca qué?
ReplyDeleteSaludos,
Natasha
Hola Natasha,
ReplyDeleteGracias por el comentario, y bienvenida. Yo toco en esta el ukelele y la quena. Separadamente, claro (esta vez, primero el ukelele, luego, conforme iba reproduciendo y escuchando con los audifonos --no tengo acentos en esta computadora del aula de clase--, grababa la quena). Y luego edito con un programa cuyo nombre no recuerdo ahora, que te puedo dar luego, cuando llegue a casa. De este modo sumo razones para entretenerme.
Saludos,
Avilio
La música y la grabación casera son también mis entretenimientos. Puedo pasar horas en el GarageBand, el programa que uso. Casualmente estoy haciendo un pequeño estudio (buen micrófono, interfaz de audio, etc). No tardaré en poner algo en mi blog para compartir el nuevo sonido. Muy interesantes ambas melodías, como lo mencioné anteriormente. Ya me gustaría tocar el ukelele. Me limito a machucar una guitarra, un (teclado) y a soplar una cajita de chiclets Adams.
ReplyDeleteComo buen desentendido, al tocar siento apego por la improvisación. Digamos que esa fue mi escuela: cuando era más joven, mataba tigritos con los panas. Teníamos en Maracaibo un grupo que se llamaba Sigmund Floyd, con el que tocamos algunas veces en antros de mala muerte. La mayoría de las veces, en casa de alguien que estuviera dispuesto a calarse el ruido, opción muy preferible. Por el momento, mi estudio es la mesa del comedor, con la grabadora de bolsillo (voice recorder, que llaman), que graba en estéreo. Y Audio Editor, que descargué primero en versión gratuita, pero luego compré por treinta pesos de los de acá, que me permite guardar en formatos variados, algunos de los cuales, como el mp3, mucho más livianos. Yo me puse en un ukelele hace un año, a falta de cuatro (encargué uno hace un año, en Venezuela, y todavía estoy esperándolo). Es, digamos, un cuatro en miniatura, y muy placentero de tocar. Salvo la clave, que puede variar a gusto, y un detalle de afinación (las cuerdas de los extremos, que están una octava más arriba), lo demás es idéntico. Tengo tantos años que no veo una cajita de Adams que imagino que ya se me olvidó tocarla. Ahora, en Seattle, tocar se ha vuelto una manera de tener conversaciones conmigo mismo, como diría mi querido Bill Evans.
ReplyDeleteGracias de nuevo por tu visita. Ya estaré pendiente de tu blog para escuchar lo que pongas.