Friday, November 29, 2013

Chico Wolfe at the library

The keyboard has been idling for several minutes. A hyaline reflection of his double chin, fading in and out, on the screen, replicates the displacement of dreary clouds filtered through the skylight of the reading room. Chico Wolfe has been trying to glue together the shards of a recent episode in his life, which involves a lollipop and the hissing at it of a gray cat; but his mind wanders to a photo pervaded with darkness, a puddle of blood mirroring the darkness, and a hat by the puddle, in a book by Harry Benson. It’s barely past noon.

Sunday, November 17, 2013

Crane and Cables


Article 694

The Central Government and each of its dependencies will respect the privacy of your problems as long as these remain yours. Making your problems ours is a crime punishable by law.

Monday, November 11, 2013

Notas emboscadas

Lágrimas y lágrimas, desengaños, engaños nuevos, renovados desengaños. Enjambres de súbitos pastores (y pastoras) no curtidos para los apriscos incultos, que confían al monte sus despechos, que en el monte sufren y sollozan sin cesar y sin mengua de sus bellos atributos (son montes edénicos, con río, desprovistos de alimañas, calores y nevadas, polvo y lodazales). Pastores (y pastoras) que no mucho antes moraban en la “principal y antigua ciudad de León”. Refinados pastores (y pastoras) a quienes ha reunido el azar infalible; que leen y releen sus cartas de amor con inalterable frenesí; que cantan la pérdida de sus amadas (y amados) al son de rabeles y zampoñas. Hordas de pastores (y pastoras) acogotados de suspiros, que en el mismo monte recitan sonetos bien escandidos, y, en recitando, se juran más solos que Sirio.

Saturday, November 9, 2013

Lecturas fragmentarias

Abro el libro al azar; página 190. Empiezo a leer. “5 December 1982. Invited to dinner by Madame Yourcenar and Jerry, just the three of us at the Takanawa ―sole for her, abalone for him, steak for me”. Alguien irrumpe a la mesa a mis espaldas: el cataplum de un bulto muerto cayendo encima de la mesa, el chirrido de una silla, tramitan la ocupación. Cada movimiento suyo (puedo verlo conforme voy por mi café recién anunciado) se regodea en un énfasis de jugador de fútbol americano zigzagueando solitario entre moles de aire. Cada ruidito que profiere (de nuevo a mis espaldas) es más aparatoso de lo que uno juzgaría necesario para sacar municiones y demás pertrechos de su mochila; colocar el conjunto sobre la mesa, articularlo, y largarse en un desaforado clic, clic, clic, ráfagas de clics de ratón.