El Almirante guardaba con celo una lista con el quién-es-quién de la hora de horas de sus horas. Era obvio —en retrospectiva— que había un mundo allí, legañoso, innombrado; un mundo semejante a esos pocitos tras la lluvia, de donde afloran los renacuajos.
A la manera de un dios, sólo que al revés, nombraría el Almirante las apariciones. Para ello regiría, claro está, la ley (divina) de las precedencias, la altanera trinidad de santos reyes y príncipes.
Agostado el estrecho onomástico de los dueños del mundo en sucesivos viajes, otros navegantes, de mayor a menor rango, nombraron cayos, atolones, ensenadas, bichos, astutamente fieles a sus profesadas lealtades.
Más tarde sobrevinieron otros nombres en un delirio de glotonería denominadora que no dejaba nada sin nombrar. Ahora contaban también los eventos fortuitos, el rutinario prosaísmo, los devaneos inspirados, cosas así.
Richie y Vanesa han honrado con su primogénita a sus nuevos compadres (cuatro, dos por lado): del primer nombre de cada madrina se sacó --como fichas de un bingo-- una sílaba; del de cada padrino, una sílaba.
La niña se llama Miroslava.
Miroslava es un nombre hermoso. Debe ser serbio o croata, en fin de Los Balcones. Miroslava como la hermosa actriz checa Miroslava Stern. Hermosa.
ReplyDeleteEstoy de acuerdo, y aliviado porque la conjunción de azar y esa curiosa arbitrariedad con que Richie define la sílaba, regaló su nombre a Miroslava. Sus padrinos, me cuentan, se llaman Miriam, Osvaldo, Laura y Esteban (detetreado con v).
ReplyDeleteY la Stern bien puesto tiene el nombre, o el nombre a ella.
Chao,
Avilio