Tuesday, January 8, 2013

Visiones de Chico

Chico Wolfe sale a caminar a la hora en que su sombra se le medio asoma debajo de los pies, la hora en que el aire tiembla y los charcos ilusorios huyen sin cesar del pavimento, como tentando a Chico a que los siga. Atraviesa un solar al que, salvo dos boquetes en dos esquinas adyacentes, circundan vestigios de una cerca. Sobre el alambre añoso de la cerca ralea el monte color de sequía. Cierra los ojos: cuenta treinta y nueve pasos sin abrirlos. Nomás los abre (al paso cuarenta y dos), un fogonazo lo enceguece. Se marea momentáneamente, da un traspiés, pero sigue caminando. Mira entretanto al cielo, las manos haciendo de visera. Los ojos le lagrimean. Ve primero puntitos fosforescentes que flotan contra un fondo parduzco; ve luego las barbas de los cirros (y puntitos flotando), y ve también una bandada de loros (y puntitos flotando). Chico llama a este último modo de desatención del camino su ceguera celestial

Detrás de los ventanales, allá lejos, un avión de caza deja una cicatriz en el cielo. 
Aquel solar, más reinventado que recordado, se le desvanece. Aquí reflexiona, pero de sus reflexiones no se sabe nada.

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